miércoles, 27 de marzo de 2013

Las Vacaciones de la Luna.


Hola amigos, yo como la Luna también me tomo unos días de vacaciones, si no pasa nada nos leemos en nada:), que lo paséis muy bien y que comáis muchas torrijas:), pero aquí os quiero ver a la vuelta eh, que no se despiste nadie, besos:)


Una noche el cielo estaba muy oscuro, de ese negro que solo está cuando la luna brilla por su ausencia. De las chimeneas salían nubes de humo que llegaban muy alto, se sorprendieron de no ver ninguna luz por allí arriba, pero poco a poco y sin que nadie se diera cuenta se fue disolviendo en el aire.

Las estrellitas se preguntaban unas a otras dónde estaría la dama de la noche, los barcos en el mar intentaban encontrarla en sus latitudes, pero por ningún lado había un rayito de ella.

Desde el otro lado del mundo se oía una voz cantando:

Tiii-tiraaa-tiruriii-titaaaaaaa….

Y entre dos palmeras muy divertidas que bailaban con el viento se encontraba la luna, chapoteando en el mar, como una niñita pequeña, eso sí, tenía unos enormes anteojos de sol, estaba muy divertida porque no tenía que brillar por todos lados. Trajo consigo una maleta con algunas cosas, sus distintas caras, la menguante, la creciente, la nueva y la llena, también trajo algunas estrellitas vecinas que se negaban a salir de la oscuridad de la maleta, algunos polvos del cielo que usaba para resaltar más su linda blancura.

Después de un buen rato la luna empezó a enrojecerse, su piel que siempre fue tan blanca le ardía bastante, no se había puesto ningún protector solar, porque no existía ninguno para una luna tan grandota.

El sol, los delfines que pasaban y todos los habitantes marinos se tapaban la risita, pero sin poderse contener al final.

¡AAAYYYY….. cómo me pica! ¡Cómo me piiiicaaaa!, estoy toda roja, ¡que raro es!, se quejaba la luna.

El sol estaba riéndose bastante y empezó hablarle a la luna:

Jo-Jo-Jo-Jo…. qué risa, una luna roja, ¿¡y ahora cómo vas a dar luz!?, vas a dar una luz bien roja, y en realidad nadie va a encontrar más sus caminos, ni se formaran más caminos de luz de luna en el mar… terminó de decir el Sol un poco triste.

Y ahora ¿qué puedo hacer?, ¿Cómo haré para volver a ser blanca y hermosa?, decía afligida la luna.

Los animalitos le dieron toda clase de consejos de qué podía hacer para quitarse el ardor, ella muy paciente los seguía al pie de la letra, pero además de quedar como una luna loca mucho efecto no le hacía.

Un delfín le dijo en secreto lo que le devolvería su blancura, tenía que beber mucha, pero mucha, de verdad, leche de vaca. La luna le tiró un beso al aire, sin siquiera tocarse los labios porque también le ardían, y se fue corriendo para todos los países que tuvieran vacas y las dejó casi sin una gota para nadie más…

Poco a poco fue aliviándose su penar, al acercarse al mar por la noche se dio cuenta que ya no estaba más roja, pero sí estaba enormemente grande después de haber tomado tanta leche, muchísimo más que el sol y como después de haber estado lejos tanto tiempo, ahora tenía que ponerse la cara de Luna creciente, y no le entraba por ningún lado se le salían pedazos de luna por todos los costados, así que se puso a hacer algo de ejercicio.

¡Hop!¡Hop!¡Hop! Vueltas para arriba…¡Hop!¡Hop!¡Hop! Vueltas para abajo…¡Hop! ¡Hop!¡Hop! Muchas vueltas más hasta volver a estar como antes… ¡Hop!¡Hop!¡Hop!…

Al terminar de dar tantas vueltas había vuelto a ser la bella luna de siempre, con su bonita cara Creciente… Así fue cambiando tranquilamente sus caras hasta cuando por fin se pudo poner Llena, por suerte no quedaba ningún rastro de sus locas vacaciones.

Todos los peces, pulpos, delfines y demás habitantes marinos se reunieron a cuchichear muy bajito algunas cosas, lo hacían tan en secreto que la luna por más que disimuladamente bajara para oír mejor, no se enteraba de nada.

Los delfines saltaron dando piruetas en el aire, los pulpos saltaron también muy graciosos tocándose sus tentáculos encima de su cabeza, todas las almejas, mejillones y ostras hicieron música castañeteando, los peces llenaron de maravillosos colores el baile acuático porque todos querían cantarle a la bella de la noche lo resplandeciente que estaba y cómo adoraban a esta estupenda anfitriona de la gran fiesta en el camino de luz de la Luna Llena.


Autor: Desconocido.



domingo, 24 de marzo de 2013

El Bien Peinado


"El Bien Peinado" es una leyenda mapuche, y toca varios puntos interesantes; la ambición material y el miedo a lo desconocido... entre otras cosas... pero sobretodo nos relata el origen de aquella florecilla amarilla tan común en la cordillera que comúnmente se conoce como "Topa-topa". Algunos la llaman también "Zapatitos de duende" porque su forma nos recuerda un par de botitas o zuecos, pero según este relato, podríamos relacionarlas con otro tipo de ser.

Cuentan que una vez, cerca del lago Lácar, un hombre que estaba cuidando ovejas se encontró con la entrada de una cueva, nunca la había visto antes y nunca había oído a nadie hablar de que por ahí hubiera una gruta. Como era muy curioso se metió dentro, era una cueva muy profunda. Fue recorriendo la cueva y al rato de estar caminando ya no se veía nada porque hasta allí no llegaba la luz del día, había una oscuridad total. Así que caminaba tanteando y así fue como con la mano tocó algo que le parecieron piedrecitas. Como no podía verlas cogió un puñado y salió. Al sol vio que tenía la mano llena de pepitas de oro!!

Entonces, pensó que lo mejor era volver a entrar pero con gente que lo ayudara y luz para revisar bien esa cueva oscura que parecía que no se terminaba jamás. Reunió a sus animales y volvió al pueblo. Cuando se enteraron de la cueva con pepitas de oro, todos se entusiasmaron, prepararon antorchas, montaron a caballo y allí fueron. Era mucha gente.

Cuando llegaron a la boca de la cueva se pararon en seco y muchos caballos se asustaron, se encabritaron y hasta tiraron a sus dueños al suelo, junto a la entrada había un hombre sentado. Eso no sería nada raro, pero es que el hombre era negro como el carbón, esto tampoco sería tan raro, pero es que el hombre estaba muy bien peinado... Pero lo raro de verdad y lo que hizo que todos se pararan en seco, que los caballos se espantaran no fue que hubiera un hombre negro bien peinado sentado junto a la cueva, sino que tenía medio cuerpo de hombre y el resto - desde el ombligo hacia abajo - era una enorme serpiente, gruesa y enroscada. Cuando la gente ve cosas que no conoce, muchas veces se asusta. Así que todos se enfadaron mucho con el hombre mitad hombre y mitad serpiente, se enfadaron  porque iban contentos a buscar el oro y se habían encontrado con algo feo, se enfadaron porque se habían asustado y a ellos no les gustaba asustarse.

Así que lo rodearon amenazándolo con palos, lo subieron en una carreta tirada por dos bueyes y se lo llevaron al pueblo para decidir qué hacían con él, aunque la verdad es que nadie tenía buenas intenciones. El monstruo ni se inmutó, acomodó su medio cuerpo de serpiente en la carreta, se arregló un poco el peinado y esperó con paciencia a que los bueyes llegaran al pueblo. Ahí se bajó y habló:
- Yo soy el Bien Peinado, así me llamo. No me hagan nada. Si me dejan tranquilo, les voy a dar mucho oro, que parece que les gusta tanto, si me hacen mal, soy capaz de hacer que venga un terremoto o una inundación, o mejor un terremoto y una inundación juntos.
- ¿Y cuándo nos vas a dar el oro y cuánto oro nos vas a dar? - quiso saber uno, al que le gustaban los negocios claros.
- Ahora les voy a dar bastante, para que vean que es cierto, pero después me tienen que llevar de vuelta a la cueva adonde vivo. Ahí les voy a dar muchísimo más, van a ver amarillo todo el suelo - contestó el Bien Peinado.

Y entonces empezó a poner unos huevos iguales a los huevos de las serpientes (que son más pequeños que los de las gallinas) pero ¡de oro!. El suelo se llenó enseguida, la gente se amontonaba y se pegaba empujones por coger esas pepitas de oro, y las guardaban en ollas, en bolsas o en canastos, según lo que cada uno tenía a mano. Sólo una viejita, que tenía fama de sabia, no se agachó a coger ese oro,  miró fijo al Bien Peinado, sonrió un poco se le acercó y le dio la mano. El monstruo le dio la suya y también sonrió un poco.

Entonces hicieron subir al hombre-serpiente de nuevo a la carreta y lo volvieron a llevar a la cueva. Pero ahora no encontraban la entrada, habían llegado al lugar pero la cueva no estaba. Y ahí oyeron otra vez hablar al Bien Peinado:
- ¡Como les dije! ¡Van a ver amarillo todo el suelo! ¡Todo el suelo amarillo! ¡Ja, ja, ja!
En ese momento, el campo se puso dorado, pero cuando se agacharon para agarrar las pepitas, vieron que no era oro, sino unas florecillas amarillas que nunca había habido antes. Se dieron vuelta para preguntarle al Bien Peinado qué era eso, pero el Bien Peinado ya no estaba. Había desaparecido. Buscaron y buscaron, pero ya no pudieron encontrar ni la cueva, ni al monstruo, ni una sola pepita de oro.

Volvieron a su pueblo, y cuando fueron a buscar los huevitos de oro que habían conseguido antes, se encontraron con que todas esas ollas, esas bolsas o esos canastos que habían llenado estaban ahora repletas de estas florecillas amarillas. Y la viejita aquella que era sabia y por eso sabía lo qué iba a pasar, se reía despacito. Al poco tiempo hubo un terremoto, aunque no muy fuerte, y el agua del lago creció bastante.
- ¡Esto es cosa del Bien Peinado! - comentaban todos.

Desde entonces, nunca más pudo encontrarse la cueva del hombre-serpiente, y en realidad nadie tenía ya muchas ganas de toparse con él, había resultado mucho más poderoso de lo que creían, y tenían la impresión de que si no lo hubieran cogido en un día de buen humor, la cosa hubiera sido bastante más peliaguda.

Oro no tuvieron, pero desde ese día les quedaron esas florcitas amarillas que crecen todos los años en la zona. Muchos les dicen "Topa-topa", pero los mapuches, que se acuerdan de cómo aparecieron por primera vez, las llaman kuram filú, que en su idioma quiere decir "huevo de culebra".



jueves, 21 de marzo de 2013

El Libro Mágico


Hoy descubrí el libro mágico, me lo enseñó un niño que llegó a mí cansado de correr y me dijo.

-¿No conoces el libro mágico?-

-¡ No! – respondí.

Me desplegó una sonrisa de 7 años y desabotonó su camisa untada con tierra de juegos y sudor de alegría. De allí extrajo un cartón arrugado y mojado en forma de carpeta, que contenía dos hojas llenas de líneas, formas, manchas de grasa, con muchos colores.

Lo colocó sobre mi mesa y esperó a que lo viera bien.

Yo, sorprendida, tenía miedo de preguntar por qué era mágico, lo tomé, lo volteé y miré al niño que se había recostado en mi mesa apoyándose sobre sus codos y cubriendo el costado de su cara con sus manitas, esperaba una respuesta. Le dije entonces.

-Está bonito-

-¿Lo hiciste tú?

Él levantó la mirada hacia mí y me respondió. – No ves la magia ¿Verdad?-

-Lo siento hoy estoy algo torpe y no la puedo ver-

El se incorporó un poco para decirme, -¡Es que no ves bien!

-Colócate los anteojos y vuelve a mirar-

Coloque mis lentes ante mis ojos y pensé, ¿Qué magia será que él quiere que vea?. Los niños tienen una imaginación fructífera y no saben que a veces los adultos perdemos esa capacidad.

Mi cara de incertidumbre le decía que nada, la magia no era descubierta.

Entonces el niño tomo mi mano y la guió por el contorno de una supuesta figura y me dijo.

-Coloca el dedo sobre ésta línea y síguela y dime que ves-

Seguí sus intrucciones y con mucha lentitud seguí con mi dedo el contorno de una línea que a veces se hacía curva otras veces se hacía recta y otras veces se perdía…. Y le dije, por decir cualquier cosa.

-Bueno veo una casita-

El muy emocionado me dijo

-¡Es la escuela está allí!!!!!!

Quitó mi dedo y lo condujo hacia otro contorno.

-¿Y aquí que ves?-

-Un árbol-

-¡¡Es un árbol!!!! Dijo saltando de la emoción- ¿Viste la magia?-

-En éste libro puedo ver lo que yo quiera-

Y así sus manitas fueron trazando figuras de la imaginación en las líneas y las manchas, y diciendo.

-¡Esto es un perro! -¡Esto un gato!

-¡AH, aquí está el trompo con que jugamos ayer!-

-¡Esta es la maestra!

-¡Aquí está mi mamá!.

Y así fuimos construyendo personajes y paisajes de un grupo de líneas, colores y manchas. Él sonreía, sus ojos se iluminaban a cada nuevo descubrimiento imaginativo, hasta que yo le dije en tono de súplica.

-¿Préstame tu libro mágico?-

Me miró, sonrió, dobló su cartoncito lo guardó dentro de su camisa y corrió hacia la puerta diciéndome,

-¡Noooooooo, has el tuyo!!!!!!!-

Y lo vi alejarse, corriendo hacia el mismo lugar de donde había venido, desapareció en el pasillo dejando una estela de colores que se confundían con los rayos inclementes del sol.

Descubrí que la magia era él, su esperanza, su ilusión y sus sueños.


Autor: Arminda Goncalvez.






domingo, 17 de marzo de 2013

La Leyenda del Viento


Cuenta una vieja leyenda, que el hijo menor del rey Julio IV, era muy rebelde. No pudiéndolo controlar, decidió encerrarlo en la torre más alta del castillo.
Si bien Ventolín, era la gran preocupación de su padre el rey, tenía un costado romántico y le gustaba llevar los mensajes entre los jóvenes enamorados. Pero desde que lo encierran para castigarle su interés fue cómo poder escapar de allí.
Cada día recibía mensaje de los enamorados, que llegaban hasta lo alto de la torre, pidiéndole favores para llegar hasta sus amadas que vivían en territorios lejanos.
Esto enfurecía a Ventolín, que no encontraba la manera de escapar.
Hasta que una tarde en que el sol parecía abrazar el castillo haciendo el calor insoportable, a Ventolín se le ocurrió una idea… llamó a la nube que tenía forma de corcel y se estaba acercando a la torre del castillo. Comenzó a cabalgar airoso y desde muy arriba empezó a soplar en poemas, los mensajes que le encargaron ellos, para sus amadas .
Pero las distancias eran enormes y los versos se dispersaron sin llegar a sus destinatarios. Ventolín quiso reunirlos, ordenarlos para entregarlos de la mejor manera. Sin embargo, en el aire dominaban remolinos que se lo impedían …
El rey Julio IV enfureció al notar la ausencia de su hijo , un grito sobre natural salió de su garganta filtrándose por las ventanas del palacio hacia el exterior.
Ventolín que cabalgaba en la nube de corcel, llegó a escucharlo, reclamó desesperado por el temor que le infligía su padre, la presencia de los dioses, personándose ante él, el dios de la Furia, el de la Calma y el de Tempestad…, le respondió el dios de la furia.
Este , tomó brutalmente a Ventolin , puso en su boca una fuerza efusiva y un flujo de gases que empezó a expedir con toda la intensidad .Era un soplo que provocaba destrucción, los árboles se inclinaban, caían los nidos, la gente huía para resguardarse,,,
Apareció entonces el dios de la tempestad, y junto con su furia llegó hasta los mares levantando olas gigantes que hacían naufragar a los grandes barcos pescadores.
Sorprendidos los pocos sobrevivientes, clamaron por el dios de la calma, que luego de tanta destrucción se hizo presente, las aguas se calmaron, la mar se tranquilizó, la paz se hizo suya. Se alojaron en su alma, la furia, la tempestad.
Ventolín comprendió que a partir de ahora, su vida estaría atada a los diferentes vientos: el “calmo” que llevaría frescura y alegría a quienes lo recibían, La “furia”, que haría hacer temblar ciudades , campos destruyendo todo a su alcance, y la “tempestad”, que haría temblar las grandes y pequeñas embarcaciones que viajaran por alta mar.
Desde entonces…cuando Ventolín provocaba vientos calmos, acariciaba los cabellos de las doncellas, dispersaba semillas hacia otros lugares, aliviada a la gente luego de un día sofocante, hasta hacía nacer música en las cañas de los cañaverales. Este rol era el que más le agradaba.
Pero cuando su fuerza llevaba el sello de la furia, todos le temían y aun peor cuando era tempestad, era impresionante los cataclismos, la catástrofe que provocaba en los mares…..
Y así fue como Ventolin se convirtió en VIENTO para siempre, olvidando las torres del palacio, las cartas a las doncellas, y su antiguo nombre.
Desde ese instante, muchas voces clamaran por él, sedientos de su frescuras, pero otras voces,  pedirán clemencia por su locura.


Autor: Desconocido.


jueves, 14 de marzo de 2013

Duncan Dhu


Hola amigos, hoy os quiero hablar de un grupo que me gusto y que cuando se separaron seguí a uno de ellos ya que me gusta mucho su música y canciones el es Mikel Erentxun, otro día os hablare de su carrera en solitario, hoy como os he dicho os hablo del grupo del que formo parte y que fue Duncan Dhu.


Duncan Dhu fue un grupo musical español formado en San Sebastián (País Vasco) en 1984. La escena musical española de la época estaba experimentando cambios importantes y en la escena aparecieron grupos con propuestas que estaban dentro del esquema estético de la música de los ochenta, pero que se salían en el plano ideológico. El cantante de los "Aristogatos" (Mikel Erentxum) y dos componentes de los "Dalton" (Diego Vasallo y Juan Ramón Viles) deciden crear un grupo que va a llevar el nombre de un personaje de Robert Louis Stevenson. Son Duncan Dhu, deciden crear canciones con un estilo pop-rock cercano al folk y lejos del rock radical que imperaba en aquella época.

En 1985, graban su primer disco "Por tierras escocesas", producido por Paco Trinidad y con solo seis canciones. Se les mostraba como un grupo de aspecto ingenuo y sencillo que se movía en un estilo parecido al rockabilly .

En 1986, sacaron a la venta su segundo disco "Canciones", también producido por Trinidad, que contiene muchos de sus éxitos y canciones conocidas. Se vendieron 175 mil copias del disco, el sencillo "Cien gaviotas" fue declarado sencillo del año en muchas radios de España. Otras canciones que empujaron al disco fueron "No puedo evitar (pensar en tí)", "Jardín de rosas" y "Esos ojos negros".

En 1987, vino con “El Grito del Tiempo” un LP con más recursos de producción que incluyen la grabación de la música por una banda de apoyo y que era una apuesta en un grupo que estaba creciendo como la espuma. El disco incluyó “En algún lugar” y “Una calle de París”. Este álbum fue el que los lanzó a la fama y el reconocimiento, pero en medio de la nube del éxito aparecieron las piedras.

400 mil copias y dos años después se presenta una doble ruptura: Por un lado se rompe la relación con el productor Paco Trinidad y el trío se convierte en dúo cuando Juan Ramón Viles siente que ya no tiene el lugar que le corresponde.

En 1989, editan "Grabaciones Olvidadas" un recopilatorio con las caras B de sus singles, fue un intento interesante de sacarle provecho a los lados B de sus sencillos, incluye dos temas que descartaron para su siguiente disco que saldría casi inmediatamente después de este LP.

En 1989, como dúo se embarcaron en el proyecto más ambicioso de la banda hasta la fecha. “Autobiografía” fue un doble álbum en disco compacto para el que se escribieron 40 canciones y se grabaron 30. Grabado en Londres con los músicos de Elvis Costello y Graham Parker, la calidad y la magnitud del trabajo les valió una nominación a los premios Grammy y el interés de Madonna porque compusieran un par de temas para la banda sonora de “Dick Tracy” en la que la chica material tendría un papel central. Autobiografía es el primer álbum editado en formato CD en español y además doble, haciendo también  la gira «Worltour 90».


Poco después, el dúo comienza a centrarse en proyectos personales. Así, Mikel escribe “Hojas secas” para Miguel Bosé y debuta como actor en la comedia "El Anónimo..." (1990) de Alfonso Arandia. Diego decide experimentar en solitario con "Cabaret Pop" (Nombre artístico y título del álbum). El disco no tuvo mayor suceso ni publicidad pero sirvió de base para el próximo proyecto de Duncan Dhu. Son invitados a los Music Awards en Londres y al año siguiente viajan a Nueva York con la SGAE para participar en el New Music Seminar en representación española junto a Luz Casal en el Central Park.

En 1992, el disco "Supernova",  sale justo cuando España organiza la Exposición Universal de Sevilla, foro en el que se presentaron ante 120 mil personas y se muestran en toda su plenitud creativa coqueteando con el soul como si fuera su ritmo natural, protagonizan el concierto con mayor público de la historia del pop español.


Como respiro o experimento, lo que siguió fueron dos discos como solistas (“ Naufragios” por parte de Mikel -250.000 copias vendidas- y Realidad Virtual de Rock'n'Roll -disco de oro- de Diego). Luego pesar de los rumores de separación, vinieron dos trabajos a dúo: “ Piedras” en 1994 y un disco en vivo “ Teatro Victoria Eugenia”.

Desde entonces se han enfocado más a sus carreras en solitario, sin olvidar el recopilatorio "Colección 1985-1998", con 350.000 copias dobles vendidas que le convertían en el recopilatorio más vendido del pop español en aquel momento. Su último trabajo de estudio, como Duncan Dhu, fue "Crepúsculo", de 2001.

En 2005, y con motivo de su 20º aniversario, se graba un disco homenaje, donde diversos grupos del panorama nacional rinden homenaje cantando sus canciones (Hombres G, Revólver, Despistaos, El Canto del Loco, Andrés Calamaro, Álex Ubago, La Oreja de Van Gogh), y además editan un disco con los grandes éxitos, complementado con un CD de rarezas (maquetas, canciones descartadas, etc.) y un DVD con videoclips y actuaciones en televisión.

Tras la "disolución" de Duncan Dhu, Diego y Mikel han mantenido una relación de amistad, que ha fructificado en una colaboración: Diego canta junto a Mikel la canción "El club de las horas contadas" en el directo que publicó Erentxun bajo el título "Tres noches en el Victoria Eugenia" a mediados de 2008. También han coincidido en varios eventos con Juan Ramón Viles, con quien parecen haber enterrado las viejas diferencias.

Mikel Erentxun y Diego Vasallo se reencontraron por primera vez sobre un escenario, tras la disolución de Duncan Dhu, en el Teatro Calderón de Valladolid el 8 de Junio de 2011, donde tanto Diego como Mikel presentaron son últimos trabajos en solitario ("Canciones en ruinas" y "Detalle del Miedo" respectivamente). Hicieron cinco temas de Duncan Dhu: Rosa Gris, A tu lado, Esos ojos negros, La Herida y Cien Gaviotas. También cantaron juntos El Club de las Horas Contadas, tema de Mikel, y Donde Cruza la Frontera, adaptación de Diego de Juegos de Amor, de Cabaret Pop.








Y hasta aquí mas o menos la vida musical de este grupo:)


domingo, 10 de marzo de 2013

El último Arbol



Dice una  leyenda, que en un pueblo lejano, había dos niños: Said y Lea. Ellos amaban el bosque y lo visitaban en compañía del guardabosques.Con el iban conociendo, aprendiendo de las diferentes especies de arboles.Llevaban algunos retoños al jardín de su casa y los cuidaban como un tesoro.

A veces, los dos niños acompañaban al guardabosque. Recogían las hojas de árboles, agujas de pino y piñas. Luego las dibujaban y colgaban las hojas sobre las paredes del cuarto de estar de su casa. El viejo guardabosque les contaba muchas historias. Así aprendieron los niños que los abetos crecían en tierras más secas, que los pinos podían vivir en la arena, y que el plátano sufría con los fríos del invierno. Y que el abedul crecía mucho más al norte, en las tierras frías, mientras que el cedro necesitaba las temperaturas templadas de las costas.

—El roble puede vivir cien años —les decía el guardabosque mientras caminaba por el bosque—. Para los pueblos antiguos era un árbol sagrado. Y el cedro aún puede vivir más años. El rey Salomón construyó su templo con cedros. La madera de estos árboles es muy resistente.

Los niños observaron un cedro gigantesco. Su copa sobresalía por encima de los demás árboles.

—Quizá se deba a la resina —continuó el guardabosque—. La resina hace a la madera más duradera. Nuestros antepasados frotaban los pergaminos con resina de cedro para que lo escrito en ellos se conservase durante muchísimos años.

Se detuvo un momento.

—Antes, los cedros crecían junto al Mediterráneo. En Arabia y en el norte de África había bosques de cedros. Pero los hombres acabaron con ellos.

Un día, el alcalde fue a visitar a los niños y vio todos los dibujos que habían hecho. En todas las paredes había dibujos.

—Es la mejor manera de conocer el bosque —dijo satisfecho.

Luego, se dirigió al guardabosque:

—En la ciudad hay que construir un nuevo puente. ¿Cómo andas de madera?

El guardabosque sacudió la cabeza.

—Los retoños aún son muy jóvenes y un puente necesita mucha madera. Tendremos que esperar.

El alcalde estuvo de acuerdo. Luego, dijo a los niños:

—El bosque nos ayuda a vivir. Por mucho que utilicemos su madera, el bosque no se acaba. ¿Sabéis por qué?

Los niños no lo sabían.

El alcalde sonrió.

—Porque quien tala un árbol tiene que plantar otro nuevo. Así lo hemos hecho durante muchos años.

El viejo guardabosque asintió.

—Sí, aunque no siempre fue así —dijo. Y rellenó su pipa, la encendió con una rama fina y comenzó a contar:

«Hace muchos, muchos años, en las afueras de la ciudad vivían dos niños. La niña se llamaba Lea y el niño, Said. Se parecían mucho a vosotros. Vivían en una cabaña y recorrían juntos el bosque.

Con el tiempo llegaron a reconocer las diversas especies de árboles. Aprendieron que las agujas de los pinos son más claras que las de los abetos y que cuelgan de las ramas de dos en dos. Descubrieron que las agujas de los abetos no duran eternamente, sino que se caen a los pocos años, pero vuelven a crecer otras nuevas. Y que las agujas de los cedros, verde oscuras como las de los abetos, no se caen nunca.

Said y Lea estaban asombrados. ¡Qué distintos eran unos árboles de otros! Y entonces empezaron ellos mismos a plantar árboles.

Todos los días iban al bosque. Arrancaban con cuidado los pequeños árboles que crecían salvajes entre los grandes troncos y los plantaban en su jardín. Estaban contentos. Se sentían como profesores de una escuela de árboles. Y cuidaban de que sus alumnos no crecieran torcidos.

Por las tardes, cuando el sol rozaba el horizonte, llenaban unas grandes regaderas y daban agua a sus protegidos.

Un día, al atardecer, los niños vieron que tres hombres cruzaban el puente. Los tres forasteros fueron a la plaza del mercado y dejaron sus sacos. Dentro había pesados collares de oro y adornos brillantes.

Rodaron por todas partes pulseras con ámbar incrustado, perlas, corales y nácar. La gente sintió curiosidad. ¿Qué querrían los comerciantes a cambio de aquellos tesoros?

—Nada de particular, sólo madera —dijeron los extranjeros—. Pero mucha, toda la que podáis conseguir. Si traéis mucha, os daremos aún más joyas. Y también hemos pensado en los niños —añadieron sonrientes—. Tenemos peladillas, chocolate, caramelos y azúcar cande.

La gente miraba aquellos adornos tan caros y todos estaban como hechizados. Brindaron con los extranjeros y bailaron y cantaron sin parar durante toda la noche.

Al día siguiente empezaron a trabajar. Los árboles, unos tras otros, fueron cayendo al suelo. Los golpes de las hachas retumbaban por el bosque.

Los tres forasteros estaban contentos. Repartían el oro y la plata y se llevaban la madera.

Así pasó una semana y otra. En el bosque empezaron a aparecer claros y algunas colinas ya se veían peladas. Pero nadie se daba cuenta. Ni nadie tenía tiempo para plantar nuevos retoños.

La tierra se volvió áspera y seca. Los arroyos llevaban poca agua y sólo llovía de vez en cuando.

A medida que el bosque clareaba, las arcas de la gente se llenaban de oro, plata, piedras preciosas y alhajas. Los cuellos de las mujeres se doblaban bajo el peso de los collares. Los dientes de los niños ya estaban amarillos, azules, verdes y negros de tantas golosinas.

Hacía ya mucho tiempo que Said y Lea habían tirado sus caramelos. Todas las noches recogían el rocío en unos grandes pañuelos que extendían sobre el suelo. Con el rocío y la poca agua que aún salía de la fuente regaban con cuidado los jóvenes arbolitos de su jardín. En el lugar en donde antes crecía el bosque, ahora el suelo estaba árido. Y si alguna vez llovía, el agua se evaporaba enseguida. Los pájaros no encontraban sombra alguna y caían extenuados al suelo. Pero la gente seguía cortando madera…

Un día, todos se encontraron alrededor de un gran árbol. Iban a empezar con sus sierras y sus hachas, cuando se dieron cuenta de que se trataba del viejo cedro. El bosque que antes lo rodeaba había desaparecido por completo. El gran cedro era el último árbol que les quedaba. Las colinas se erguían peladas. Detrás se divisaba el desierto.

La gente se asustó.

—¡Hemos acabado con nuestro bosque! —gritaron—. ¿Qué vamos a hacer ahora?

Pero nadie sabía la respuesta. La tierra se había secado y estaba cuarteada. Un suave vientecillo trajo granos de arena.

Las arenas se acercaban cada vez más. Se extendían por todos los alrededores. Se apilaban al pie del cedro. Amenazaban con invadir la ciudad. Las gentes se arrancaron los collares de perlas de sus cuellos: ¡eran bolas de cristal! Abrieron los cofres: ¡el oro se había convertido en metal corriente; la plata, en mica! Todos estaban rabiosos. Esperaron a que volvieran los extranjeros, pero éstos no regresaron.

A lo lejos, los mercaderes contemplaban lo que quedaba del bosque. Se reían. Tenían la madera y con ella podrían construir muchos barcos. No les importaba que la ciudad se hundiera en la arena. Volvieron la espalda y empezaron a huir. Pero eso no fue fácil: había arena por todas partes. De repente empezaron a hundirse en una duna. Cada vez se hundían más. Y pronto no quedó de ellos más que un sombrero.

—¿Qué debemos hacer? —preguntó la gente, ansiosa.

—¿Cómo podríamos salvarnos del desierto?

Entonces Said y Lea les dijeron:

—Tenéis que plantar de nuevo. En nuestro jardín crecen árboles de todas las especies. Podemos trasplantarlos. Empezaremos con los pinos y los cedros, pues la arena no les impide crecer. Y cuando la tierra se haya asentado, traeremos los demás árboles y los plantaremos junto a ellos. Luego recogeremos sus semillas y las enterraremos en el suelo. Con el tiempo tendremos un pequeño bosque. Y volverán a caer el rocío y la lluvia. Pero para eso aún falta mucho tiempo. Primero tenemos que regar los árboles pequeños por la noche, mientras haya agua en la fuente.

La gente admiró a los niños. E hicieron lo que Said y Lea les habían aconsejado. Trabajaron día y noche. Y por fin volvió a llover.
Y después de muchos meses lograron tener un pequeño bosque.

Los vecinos respiraron. ¡La ciudad estaba salvada! ¡El bosque crecía! Un día, las gentes llegaron a la cabaña de madera situada al extremo de la ciudad. Despertaron a Said y a Lea y los llevaron al bosque.

Allí les dieron las gracias y prometieron cuidar el bosque con cariño. Todos comieron, bebieron y bailaron alrededor del cedro. Y han cumplido su promesa hasta el día de hoy.»

El viejo guardabosque vació su pipa. El alcalde miró pensativo el fuego.

Los dos niños callaban. Luego, preguntaron al guardabosque con curiosidad:

—¿Quiénes fueron Said y Lea? ¿Los conociste?

El guardabosque sonrió.

—Sí, claro, fueron mis abuelos.


Autor: Stepan Zavrel